2001: A. Couceiro, Atisbos más allá del horizonte: La ciencia ficción en las artes plásticas cubanas.

por Avelino Víctor Couceiro Rodríguez.
Investigador titular del Ministerio de Cultura y Academia de Ciencias de Cuba y profesor titular de la Universidad de La Habana. El presente artículo ha sido tomado del sitio web Letras-Uruguay.

Si de ciencia ficción vamos a hablar, hemos de montarnos en la máquina del tiempo para viajar al pasado. No es menester tanto preparativo: ahora no serán más de quince años... cuando en julio de 1986 en la Casa de Cultura Municipal de Plaza de la Revolución en Calzada y 8, se inauguró la primera exposición de ciencia ficción en las artes plásticas cubanas, idea gestada por el Departamento de Arte que entonces dirigía Maritza Corrales en la Dirección de Cultura del mismo municipio, para festejar el V Aniversario del Taller Literario de Ciencia Ficción Oscar Hurtado. [1]

Esta exposición se repitió entre el 19 y el 21 de diciembre de 1986, en la Casa del Joven Creador en San Pedro No. 262 esquina a Sol en la Habana Vieja,[2] sede inaugural de la Asociación de Jóvenes Artistas de Cuba "Hermanos Saiz". [3] Para los primeros meses de 1987 volvió a exhibirse por tercera y última vez, acogida ahora de nuevo por la Casa de Cultura Municipal de Plaza de la Revolución.

Desde entonces hacia acá, tan felices acciones quedaron en el olvido. No obstante, las primicias del tercer milenio reclaman que se retome el tema, que antaño fue todo un aporte y tan óptimos resultados arrojó desde el sustento científico con que se concebía.[4] Por supuesto que las condiciones varían en el tiempo, pero ya quedaban establecidos lineamientos teórico-conceptuales y metodológicos que devienen básicos al tratamiento del tema en tan complejas manifestaciones del arte. De hecho, ya entonces las artes plásticas las entendíamos en el amplio criterio con que hoy hablamos de artes visuales, lo cual entonces y sobre todo en Cuba, era muy revolucionario. 

Pero aún más trascendente fue el concepto con que asumimos la ciencia ficción a partir del estudio de marras: “ni todo el cosmos es ciencia ficción, ni solamente el cosmos es ciencia ficción”, lo que rompía los dogmas facilistas al respecto para enfocarla como la ficción generada a partir o en tomo al desarrollo científico y técnico. El método histórico lógico fue determinante aunque no exclusivo,[5] y del análisis internacional del fenómeno, particularizó luego en el caso cubano.

También se rompía por tanto, el esquema de la ciencia ficción exclusiva de la literatura, y por extensión del cine y los medios masivos de comunicación, mientras se echaba por tierra su concepción en tanto género, al extenderlo como tema también en la música, la escena y claro está, las artes plásticas. Y aunque aborda otros antecedentes de interés en los siglos previos, remonta los inicios de la ciencia ficción cubana al influjo del cómic norteamericano en el profesor Timbeke (obra de Horacio Rodríguez Quesada) durante la cuarta y quinta década del siglo XX, y desde Las Villas y hacia la Habana para todo el país en lo que fue además, la primera historieta cubana.

Ya en los años 60 surgen nombres de una literatura de ciencia ficción cubana, como Oscar Hurtado, Ángel Arango, Miguel Collazo, Arnaldo Correa y otros, con una cultura visual que iba desde las ilustraciones y diseños de tales libros, hasta las postalitas y la producción internacional que por los cómics y la literatura, el cine y la televisión, seguían condicionando una estética propicia al tema. El clímax lo alcanzan las historietas cubanas que desde las viñetas sueltas en prensa plana, llegarían a sistematizarse en Muñequitos, Dindón y sobre todo, Aventuras y Fantásticos. Desde 1976 había un nuevo carácter editorial en tanto colección de ciencia ficción en Cuba. En 1979 el concurso David incluye la ciencia ficción como género a estimular en sí mismo.

No es casual que ya para entonces proliferaran obras cubanas en todas las manifestaciones artísticas que recreaban (cada una desde su propio instrumental) tal tema que se había impuesto en el mundo con la Revolución Científico Técnica, al margen de los antecedentes que el mismo trabajo analiza.

Así pues la música de Juan Blanco y de Bobby Carcasés (este último aportaría también sus dibujos) ambientaron los locales de las exposiciones de marras. La ópera rock Violente, y filmes cubanos como La Vida en Rosa, Alicia en el país de las maravillas y Un señor muy viejo con unas alas enormes, y seriales televisivos como Shiralad, en distintos grados y formas según su propio instrumental y al margen de sus respectivas ramas del arte, tributaban a una cultura visual de ciencia ficción cubana, tan propia para una Cuba empeñada en el desarrollo científico cotidiano popular.

Sobre estas bases, aquellas exposiciones lograron reunir diseños e ilustraciones de libros y revistas, prensa e historietas cubanas (desde el mismo Timbeke hasta obras de Luis Lorenzo Sosa, Virgilio Martínez, Domingo García, Ubaldo Ceballos, Vladimir González, Régulo Cabrera, Manolo T. González, Carlos Rubio, Carlos Masvidal, Pedro Hernández Dopico y Roberto Artemio Iglesias, estos dos últimos también con sus pinturas) y los óleos que ya anunciaba Manuel Couceiro y abordarían plenamente Arturo Buergo, Mario Gallardo, Aldo Menéndez, Marcos Peña, Fernando García, Ileana Mulet, Ana Albertina Delgado y Elio Rodríguez Valdés.

Cerámica de Reinaldo Togores presentada en la Exposición.

La colombiana María Fernanda Lis (radicada en Cuba) trabajaba la ciencia - ficción en su pintura y en su cerámica, y Raúl Speek en pintura y en collages. Allí se apreciaban las cerámicas de Pastor Pérez, las de Reinaldo Togores (este último, y no por azar, miembro del mismo Taller Literario Oscar Hurtado, al igual que el escultor Miguel Ortega) y las que del techo colgaban en sus globos de Matías Pérez, obras de José Antonio Fuster; los grabados de Francisco Bernal, las tintas de Roberto Cardona y las de María Elena Viyellas, las acuarelas e ilustración de discos de Constante “Rapi” Diego, las caricaturas de Lázaro Miranda y las de Eduardo Hurtado, las esculturas de Carlos Delgado y los bronces, tallas en madera e instalaciones de William Cabrera.

También se apreciaron las fotografías de Nicolás Delgado y las de Rogelio López Marín “Gory”, incluso con carácter seriado y hasta de narración visual con o sin textos; las fotonovelas de Miriam González y los fotomontajes de Nelson V. Román; las instalaciones de Otón Blanco; el papier maché de discípulos de Antonia Eiriz en su taller de San Miguel del Padrón como Ubaldo “Papo” Gutiérrez y Silvia Fernández; la orfebrería y los tapices de Julia Nilda Martínez Álvarez; las artesanías de Eva González del Rosario y los acrílicos, la marquetería y el diseño escenográfico (incluidas las luces) en teatro y de vestuario para cine por Hugo Galano.

Se logró nuclear así todo un movimiento de artistas muy diversos que por lo general, se desconocían entre sí pero que evidentemente, coincidían en las influencias con que los signaba la misma época, y abarcaban la más amplia gama de generaciones y tendencias técnicas y manifestaciones de las artes visuales, incluidas propuestas arquitectónicas y urbanísticas, murales, pirograbados, diseño ambiental, de interiores y hasta de vestuario, peluquería y maquillajes cotidianos.

Se demostraba que la ciencia ficción era un tema en cualesquiera de estas maneras plásticas del decir, cuyas potencialidades no se agotaban: el interés por el cosmos y la supuesta vida en otros planetas, o en otros tiempos de nuestro universo, o en espacios y tiempos que nos coexisten más allá de la metafísica y de las dimensiones conocidas; ciudades sumergidas o aéreas con sus paisajes y suelos alegóricos; viajes en el tiempo, pero también dentro de los organismos vivos, en toda materia y en la propia sicología y el alma; especies inventadas por la fantasía creadora (robóticas a veces), la invisibilidad…

Así se extendía, de hecho, un merecido homenaje a quienes a lo largo de la historia de toda la Humanidad, a costa de sus sueños y esfuerzos, han logrado que lo que otrora fuera ciencia ficción (y a menudo a partir de ella) hoy sea lo mejor de nuestra realidad cotidiana.

Entre supuestos instrumentos musicales (maquinarias y herramientas) de seres de otras naturalezas, y recreaciones a partir de los fenómenos atmosféricos de la parapsicología incluso, aún queda el llamado por la no militarización del cosmos y el respeto a toda otredad.

¿Sería posible entonces que al comenzar un tercer milenio, no se hubieran alzado al menos desde estas páginas, las mismas (y nuevas) voces que redescubran en el decir plástico de nuestros artistas, consciente o inconscientemente, los nuevos sueños que labran desde y hacia las ciencias, un futuro mejor? Sobre esas fantasías conquistaron el fuego e inventaron la realidad virtual, como desterrarán la guerra y la agresión ecocida, la maldad y la indolencia; vencieron la lepra y la tuberculosis, como vencerán el cáncer y el sida. Porque por fortuna, esos hermosos locos talentosos han existido en todas las épocas, y la nuestra no es una excepción. Con ellos y por ellos, hemos de clamar: es el legado que debemos al porvenir.

Notas:

[1] Primero de su tipo en todo el continente y posiblemente, en el mundo, este taller, atendido personalmente por Daína Chaviano, había nacido en el mismo Departamento de Arte y radicó siempre en el mismo municipio (sobre todo en la Casa de Cultura Comunal “Roberto Branly” en 37 y Paseo con acciones en la Casa de Cultura Municipal de Calzada y 8), desde donde desarrollaba una fértil labor para todo el país e incluso más allá.

[2] Hoy Museo Casa del Ron.

[3] Recordemos que dicha Asociación se constituyó exactamente en diciembre de 1986, por lo que puede afirmarse que esta exposición estuvo sin dudas, entre sus primeros intereses y acciones, aunque como vemos había nacido cinco meses antes en la Casa de Cultura Municipal Plaza de la Revolución. No en balde coincidían figuras claves para ambas, corno el propio Autor del presente artículo que fue el curador al frente de aquellas exposiciones por el Departamento de Arte y el especialista que por artes plásticas había asumido el homenaje al Taller Literario desde el mismo origen de la idea, con todo el proceso investigativo implícito, y a la vez se contaba entre los fundadores de la Asociación "Hermanos Saiz" por Literatura, cuyo grupo municipal en Plaza de la Revolución, presidía. Pero la cabeza de aquella generación de artistas, Víctor Fowler Calzado, acogió desde un inicio esta iniciativa para interés de enriquecer la vida inicial de dicha Asociación, lo que halló debida repercusión en la prensa cubana.

[4] La investigación fue presentada en el Simposio de la Ciudad de la Habana en noviembre de 1986 donde fue recomendada para su publicación, y finalmente, La Ciencia Ficción en las Artes Plásticas Cubanas fue aprobada por el Consejo Editorial de Revista Cine Cubano y publicada por la Biblioteca Científico Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba en 1996.

[5] También se combinó con el método analítico-sintético pues se conjugaba la dimensión diacrónica con la sincrónica y el método iconográfico para descubrir los símbolos en el arte, la deducción y la inducción, la inferencia y la observación.