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1971: Premisas para un Diseño Industrial Cubano.

Nuestra etapa dentro de la industria del mueble en el Ministerio de la Industria Ligera, entre los años 1968 y 1972 se caracterizó por una intensa lucha para lograr que los dirigentes de esa industria superaran los cánones formales tradicionales en que se habían formado y aceptaran las novedosas propuestas de jóvenes ajenos a la industria pero con un alto nivel de formación. Como parte de ese esfuerzo publicamos una especie de declaración de intenciones bajo el título de Premisas para un Diseño Industrial Cubano en un boletín interno del Ministerio. De ese documento extractamos sus párrafos fundamentales.
Reinaldo N.Togores. Premisas para un Diseño Industrial Cubano, documento mimeografiado.La Habana, 1971.

Nuestra vida está condicionada en gran medida por los objetos diseñados. Tan estrecha es la relación entre nuestras actividades y los objetos que concurren en ellas, que podemos reconstruir la vida de un pueblo desaparecido hace milenios en base sólo a restos de sus utensilios. La ropa, los muebles, los utensilios y otros objetos que un pueblo utiliza siempre han sido su más fiel imagen. Siempre menos en nuestra época. Hoy los objetos útiles -y cada día más los estéticos- son reproducidos en cantidades crecientes por la industria. Pero la gran masa de la producción industrial se concentra en un corto número de países. Aquellos que carecen de las instalaciones adecuadas debe limitarse a adquirir, a cambio de materia prima y a precio cada vez más elevado, objetos representativos de una cultura ajena.

Ahora, al echar las bases de una industria propia, creamos las condiciones para la recuperación de una fisonomía verdaderamente nuestra. Uno tras otro, cada nuevo producto de nuestra industria que llega al pueblo, deberá contribuir a la realización de ese ambiente renovado al que aspiramos. La elección de la forma a impartir a los objetos que producirá nuestra industria, implica decisiones de gran trascendencia. Para el diseñador industrial -a quien corresponde esta tarea- no hay objeto insignificante. Si su diseño es correcto, todo objeto encierra una lección de orden; es sólo un caso particular de ese programa comprensivo de diseño para la sociedad a que aspiramos.

No nos contentamos para su caracterización con los residuos formales de un pasado más o menos remoto. La incorporación de los valores culturales del pasado no justifica la imitación de un lenguaje formal que responde a condiciones sociales y tecnológicas hace mucho desaparecidas. Debemos buscar principios válidos para la acción en el riguroso análisis de nuestra realidad y de sus tendencias fundamentales de desarrollo.

Así, aunque la persistencia de cierta tipología -como en el caso de la mecedora o balance- puede deducirse de constantes ecológicas y culturales, la forma definitiva se verá afectada por la elección de tecnologías y materiales así como por aquellos factores relacionados con la escala de nuestras actuales viviendas.

De esos factores también resulta la necesidad de muebles plegables, rebatibles, transformables, etc. que aseguren un uso más eficiente del espacio construido. Por otra parte, toda una serie de lámparas diferentes surgen del estudio del papel que en una vivienda juega la iluminación artificial: desde la luz ambiental difusa hasta la iluminación controlada, dirigida con precisión al punto donde se la necesita.

Para estos objetos no brinda muchos antecedentes la tradición. Algunos son ya una realidad en los prototipos de nuestros diseñadores industriales. En ellos se vislumbran los rasgos de esa fisonomía ambiental a que aspiramos. En primer término, la búsqueda de una expresión sintética, donde lo superfluo, lo meramente decorativo, es rechazado en aras de la claridad estructural y de una funcionalidad más rigurosa.

Una estrecha correspondencia entre estética e intenciones se hace evidente en la elección de formas -el círculo, el triángulo, el cuadrado-, siempre las más elementales, en el uso reiterado de colores primarios y en la clara articulación de los diversos componentes, donde el diseño de la unión se carga a menudo de un fuerte contenido expresivo.

Esto no implica un empobrecimiento de las calidades formales de los objetos; suprimiendo lo ambiguo y confuso se eleva lo esencialmente estructural a un plano de significado estético y permite además, pasar a una síntesis superior donde el objeto no es apreciado ya aisladamente, sino en función de su papel en la caracterización de un ambiente en el cual este vocabulario formal restringido hace posible su inserción.

Por ejemplo una lámpara y un sillón -distintos temas y materiales- son resueltos en base a círculos y cuadrados, conservando incluso estas formas un mismo sentido estructural: El círculo como apoyo y articulación que permite el movimiento tanto del asiento como de la pantalla. Éstos objetos son formalmente coherentes aún sin haber sido pensados como parte de un "juego".

La posibilidad de lograr esta integración de piezas disímiles es impuesta por una concepción que abandonado viejos convencionalismos admite la pluralidad de funciones que el uso superpone en un mismo espacio. La idea del "juego" de sala, de comedor, de cuarto, tiene para nosotros cada vez menos vigencia. Ya el tipo y la cantidad de los objetos que concurren en un ambiente no deberá depender más que de sus funciones específicas. En lugar del sofá, una cama permitirá usar el área de estar también como dormitorio. Por su parte los dormitorios dejarán de ser exclusivamente tales, para transformarse en áreas de estudio, de trabajo o de estar.

En esa cierta intención totalizadora a escala ambiental, y en la reiteración de temas formales, se descubre una persistencia del atemperado barroquismo que ha caracterizado los mejores momentos de nuestro pasado cultural. Pero esta recuperación de lo esencial en la tradición, no es impuesta como una condición previa al acto diseñar; surge de una identificación profunda del diseñador con las constantes de nuestra cultura ambiental. Estas premisas, en que basamos hoy nuestro trabajo como diseñadores industriales, tienen -además de un profundo significado cultural- una gran importancia en el terreno de la economía, ya que son precisamente esta sobriedad y esta economía de medios, las que exige de los objetos diseñados la moderna industria para su reproducción masiva.